Echoes
Translated by Peter Boyle
Echoes
Certain animals whose names I don’t know came to eat once from
my hand.
They were of bronze or maybe some alloy in stages that without my
understanding it
ended up as
flesh.
In any case they were hungry the smell of food drove them crazy though
the fruits were
onyx the liquids
all rust.
They scratched me I understand from frustration at their hunger; I
slammed the
gate shut with a
thud that sounded
like the metallic
echo of the oldest
instruments a
triangle or vihuela
could imagine.
I gave up since it also concerned my nasal voice of all the wiseguys in
the neighborhood
also a kind of
food they call
thingamies in the
country with it
they name loggerhead
turtles or if they
have to feed their
horses they say
corn stalks.
These are words from which those animals ate that time they crossed
the threshold and
settled down right
there in the garden.
I can describe the garden as clasps of dyer’s rocket that buzz at the
moment of greatest
immobility subject to
four opposing
winds round some
calyx.
Then they leave then the sound of the gates closing the large doors of
two barns on the
district’s outskirts
click shut you
hear the exact
instant of the
vertical flute when
it commands.
Everything stops, Orpheus the females the clay in the pottery’s very
shape: the animals of
only one existence, draw
back.
Only then do I hear that a window has just opened do I recognize for
certain the voice that
from the side calls
me almost as if
it will call my name
that holds the
name cast in
bronze of several
very ordinary animals
that have disappeared.
I turn round since I think I’ve been standing all this time, I
feel hungry.
My wife who has blonde hair done in a spiral whose gathered
strands are a
flounce cast in
yellow, is
naked: opposite
her with every-
thing placed on
the table with
praiseworthy
precision I see
myself with the
dark blue woollen
sweater under
which I’m wearing
a sienna polka-dot
tie a double knot
that looks like I
don’t know whether
the heart of the
orchards or what
lies below the city
another city Ich
möchte rauchen
doubtless of
recently-rained-down
slates.
Ecos
Ciertos animales cuyos nombres desconozco vinieron
a comer una vez de mi
mano.
Eran de bronce o tal vez una aleación en etapas que
sin yo comprenderlo
terminaron en la
carne.
En todo caso estaban hambrientos el olor de la comida
los desesperaba aunque
las frutas eran de ónix
los líquidos herrumbrosos.
Me rasguñaron comprendo que de contrariedad en el
hambre: cerré la verja de
un golpe que sonó al eco
metálico de los mayores
instrumentos que puedan
concebir el triángulo o la
vihuela.
Desistí pues también se trataba de mi voz gangosa
de todos los acoy del
vecindario también
de una cosa de
alimentación que
llaman féferes en el
país con ello nombran
a la caguama o por si
tienen que dar de comer
a sus caballerías dicen
maloja.
Son palabras de las que aquellos animales comieron
aquella vez traspasado
el umbral situados
de lleno en el jardín.
Puedo describir el jardín como broches gualda que
zumban en el instante
de mayor inmovilidad
sometidos por cuatro
vientos contrarios
encima de algún cáliz.
Luego se marchan luego se oyen cerrar los postigos
trancar los portones de
las dos trojes en las
afueras de la comarca
se oye el instante
preciso de la flauta
vertical cuando rige.
Todo se detiene, Orfeo las hembras la arcilla en la
propia figura de la cerámica:
los animales de sólo una
existencia, retroceden.
Sólo entonces oigo que se acaba de abrir una ventana
reconozco a ciencia
cierta la voz que de
perfil me llama casi
como si llamara mi
nombre que contiene
el nombre vaciado
en bronce de unos
animales corrientes
que han desaparecido.
Me doy la vuelta pues creo haber estado de pie todo
este tiempo, siento
hambre.
Mi mujer que es rubia de pelo acaracolado cuyos
frunces son escarola
vaciada en amarillo,
está desnuda: frente
a ella con todo
dispuesto sobre
la mesa con precisión
digna de encomio
me atisbo con el
suéter de lana azul
prusia debajo del
que visto una corbata
siena de óvalos nudo
doble que asemeja
no sé si el cogollo
de las huertas o lo
que yace bajo la
ciudad otra ciudad
Ich möchte rauchen
sin duda de pizarras
recién llovidas debajo.
Edited by Peter Boyle